“MI LINDA Y AMADA ARGENTINA”
Nunca pensé salir de mi país -por muchos factores que les contaré pronto- pero Dios me permitió conocer la hermosa Argentina, y con ella lugares hermosos que hoy recogen la nostalgia de un retorno. Al fondo (foto), se ve la majestuosa Basílica de “Nuestra Señora de Luján” en devoción a la Virgen de Luján, y HOY es su FIESTA (8 de mayo), fue coronada en 1887 por el Papa León XIII. Les contaré un poco de la historia que se remonta al siglo XVII, atentos.
Un hacendado portugués que residía en Córdoba, pidió a un amigo de Brasil una imagen de la Virgen María para ponerla en una capilla de su estancia, la imagen solicitada llegó al puerto de Buenos Aires en marzo de 1963, y continuó su camino en carreta tirada por bueyes, y estando por las orillas del rio Luján (actual provincia de Bs.As.), los animales no avanzaron más, de la carreta bajaron los bultos que llevaban pensando que era el peso, pero nada, hasta que movieron la caja que contenía la Virgen y recién hubo movimiento, se lo interpretó como un signo de que la Virgen quería quedarse ahí. En 1875 el padre Jorge Salvaire -que era capellán de la Iglesia de Luján- al hacer una travesía de misión quedó atrapado por los Indígenas en Carhué, lo apresaron para matarlo, en esa situación el padre hizo tres promesas a la Virgen de Luján si le permitía salvarse: escribir su historia, propagar su culto y construirle un gran templo, y así fue, como los Indios estaban borrachos, un joven indio los hizo descansar y el sacerdote escapó. Con el tiempo el padre cumplió sus promesas, y la última fue de la gigantesca, gótica y pétrea Basílica para la que se inspiró en las de su tierra natal (Francia). El primer santuario se inauguró en 1763, y el 8 de mayo de 1887 fue coronada por el Papa León XIII, iniciando una festividad anual. En 1930 el Papa Pío XI la declaró patrona de Argentina, Uruguay y Paraguay.
Recuerdo haber participado por tres ocasiones de la Peregrinación a la Basílica, caminando más de 70 km por vías que se acompañaban con cantos y rezos de una fe tan grande que jamás vi, me llenaba de gozo y gracia compartirlo con hermanos de distintas nacionalidades, unidos en un mismo sentimiento. La primera vez que viví la experiencia el asombro fue grande, no solo por la cantidad inmensa de personas que peregrinaban, sino porque a medida que fuimos llegando se observaban sus torres que crecían más y más hasta el infinito (su altura es de 106.05 metros), vi una cruz gigante (6 metros), están 16 esculturas de los evangelistas y apóstoles, tiene 13 campanas con un peso total de 14.915 kilogramos, la cripta… realmente impresionante.
Inicié mi memoria señalando que Dios me dio la oportunidad de salir de mi país, todo gracias a mi “SI” por Él, y en el camino vocacional con mis hermanos Scalabrinianos de San Carlos y los sacerdotes que cultivaron por mi el amor a los migrantes, pude reconocer la santidad a través de las buenas obras y la entrega sin medida. Hoy -antes de cerrar esta jornada- evoco a personas que marcaron mis pasos estando allá: Padre Sergio Calza (Q.E.P.D), de quien heredé el atrevimiento de atreverme a vivir las Bienaventuranzas; la Colectividad Boliviana en Argentina, que me acogieron y acompañaron en el servicio con mis paisanos; a los niños de Primera Comunión que acompañé, en especial viene a mi mente mi pequeña Sofía Rodríguez, que por su amor a la Danza Árabe pude redescubrirme en el mundo del arte escénico; a Evangelina, que fue mi maestra y luego mi mamá gaucha que acompañó mi formación académica. Mi corazón retorna a la Capillita de la Casa de Filosofía que construyo Padre Sergio, mi mente me lleva a los pasillos y la gran biblioteca de la Universidad Del Salvador de los Jesuitas, mi primer cumpleaños fuera de Bolivia me dirige a la casita donde empezó mi aventura cerca de la de Teología… y, aquellas misas que celebraba con mis hermanos del mundo en todos los idiomas, mis hermano de camino: Alexander, Gastón y Selmo.
Rubén Alejo Conde
Pd. Hay mucho por contar, vamos con calmita.
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